Trabaja hasta morir: la ilusión del éxito
- Munco

- 19 jul
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 22 sept
Esto es lo que debe cambiar para que las personas dejemos de ser recursos y volvamos a ser humanos con propósito

¿Alguna vez has salido de una entrevista de trabajo preguntándote si te contratarán por tus habilidades o por tu capacidad de renunciar a tu vida personal? El modelo de entrevistas usado por las empresas tradicionales se ha convertido en una especie de ritual de selección donde lo que más importa no es tu talento, ni tu potencial, ni siquiera tu bienestar: es tu disposición para entregarlo todo por el crecimiento de la empresa.
No se pregunta por tus límites, por tus sueños, por tu salud mental. Se espera que respondas con frases como “estoy dispuesto a dar lo máximo”, “puedo trabajar bajo presión”, “mi prioridad es el éxito del equipo”. Esperan que seas “profesional” —sea lo que signifique eso—, que conozcas tus puntos fuertes útiles para ellos, no para ti; que muestres un interés genuino por los equipos y los proyectos que ni siquiera conoces aún; que mantengas la paciencia y la confianza, incluso cuando el proceso es largo y tedioso; que seas decidida, pero “educada”; que sonrías aunque estés agotada. Y, por supuesto, que nunca mientas. Aunque ellas sí lo hagan. Aunque durante el proceso de reclutamiento te oculten información sobre la cultura real, los niveles de estrés, los objetivos poco realistas o las condiciones que te esperan.
Al final, todo se reduce a una cosa: ¿Estás dispuesto a sacrificarte por nosotros?
La ilusión del éxito profesional
Cuando tienes el privilegio —o infortunio— de estudiar en una universidad privada en México con enfoque “emprendedor”, te bombardean con frases como: “la vida es corta, la vida profesional también, toma decisiones correctas en el momento oportuno”. Te repiten que las entrevistas no son solo entrevistas, que son oportunidades para hacer networking. Que debes mantener siempre la curiosidad, seguir aprendiendo, que la negociación es importante para tu satisfacción laboral.
Pero nadie te dice que, en la práctica, todo eso suena bien hasta que estás frente a una pantalla, con un micrófono prendido, respondiendo preguntas que no miden tu potencial, sino tu capacidad de aguantar.
Te enseñan que obtener una oferta de trabajo solo indica que cumpliste con los requisitos mínimos, sin que existan requisitos máximos. Te dicen que debes seguir mejorando constantemente. Sin embargo, nadie menciona que, mientras tú continúas mejorando, las empresas no lo hacen. Que su oferta laboral no se ajusta al nivel de exigencia que te solicitan. Que el crecimiento personal se convierte en una herramienta de productividad, no de bienestar.
Desde las primeras entrevistas en tu vida hasta que finalmente aceptas trabajos (la mayoría de ellos precarios), el camino es largo, desigual y complicado. Requiere preparación, por supuesto, pero también resignación. Porque te piden que continúes rindiendo a un alto nivel. Aunque no respondan tus correos. Aunque no respeten tu tiempo. Aunque te prometan algo y luego todo cambie.
Las entrevistas son estresantes porque, detrás de cada pregunta, hay una expectativa implícita: que estés dispuesto a adaptarte a ellos, sin que ellos hagan lo mismo por ti.
Esto es lo que debe cambiar
No solo se trata de hacer entrevistas más humanas, más justas o más empáticas. Se trata de entender que el modelo actual está construido sobre una desigualdad estructural: buscamos trabajo, estabilidad, crecimiento personal, tal vez incluso sentido en nuestras vidas, mientras que las empresas buscan productividad, eficiencia y crecimiento económico.
Y no, no es igualdad de condiciones. Porque mientras tú te preparas durante semanas, practicas respuestas, buscas mejorar tus habilidades, estudias el negocio, haces simulacros, te pones nerviosa, te cuestionas tu valor, las empresas ni siquiera tienen que prepararse.
Solo quieren saber si les eres útil o no.
El trabajo no debe ser un favor que te hacen. Tampoco debería ser un sacrificio. Debería ser un espacio de colaboración, donde tu valor como persona importe tanto como tus habilidades técnicas. Donde tu bienestar, tus metas personales, tu salud mental, tu vida fuera de la oficina, sean parte del diseño del puesto, no un obstáculo a superar.
Se trata de construir procesos de reclutamiento basados en:
Apoyo mutuo, no en competencia
Solidaridad, no en individualismo
Equidad no en jerarquía
Respeto, no en poder
Un trabajo que se mida por lo que das y lo que recibes
Hoy en día, las entrevistas miden cuánto estás dispuesto a entregar. Pero nadie pregunta: ¿qué necesitas para sentirte realizado? ¿Cómo puede esta empresa ayudarte a crecer como persona? ¿Qué va a cambiar en tu vida si trabajas aquí?
Porque si el único crecimiento que importa es el de la empresa, entonces estás ahí para servir.
No para aprender, no para desarrollarte, no para ser. Y si el único objetivo es generar riqueza desmedida que luego se acumula en unas pocas manos, entonces no hay equilibrio.
Hay explotación. Hay desigualdad. Hay un modelo que se reproduce una y otra vez en cada entrevista que se hace.
No basta con que las empresas incluyan preguntas sobre bienestar. No basta con que ofrezcan yoga virtual o días libres “opcionalmente obligatorios”. No basta con que digan “somos una familia” mientras te exigen trabajar de madrugada. Se trata de redefinir el contrato entre personas y empresas, y empezar a construir una cultura laboral donde el valor humano no se mida en horas trabajadas, el éxito no se mida solo en métricas económicas, las decisiones no se tomen solo desde la oficina central, las personas no sean recursos, sino protagonistas.
Un futuro posible
Imagina un proceso de selección donde:
Tú elijas a la empresa tanto como ellos te eligen a ti.
Donde se valore tu ética, tus límites, tu forma de trabajar en equipo.
Donde tomen en cuenta tus sueños, tus metas personales, tus necesidades reales.
Donde la empresa no solo te pida que te adaptes, sino que también se adapte a ti.
Porque si el trabajo debe ser parte de tu vida, no tu única vida, entonces las reglas del juego deben cambiar. Y si no cambian, entonces nosotras las cambiaremos por nuestra cuenta.
Colectivo Munco
Las entrevistas de trabajo no son solo un proceso de selección. Son un reflejo del funcionamiento de un sistema que reproduce la desigualdad y que espera que te adaptes a una cultura que no te ve como persona, sino como recurso.
Pero nosotras ya no queremos ser recursos. Munco es un proyecto que consiste en apropiarnos de los medios de producción para crear una cultura de trabajo a nuestra manera. Una en la que nosotras pongamos las reglas y todas tengamos voz y voto. Estamos construyendo modelos de trabajo donde el bienestar colectivo esté por encima del crecimiento sin sentido. Donde no haya que sacrificar la salud, la vida personal o la dignidad para ganarnos el sustento. Donde el trabajo no defina nuestro valor como seres humanos.
Porque si el sistema no nos sirve, lo construimos desde abajo.
Juntas.
Con cuidado.
Con propósito.
Con dignidad.
Con empatía.
Y con coraje.
El futuro del trabajo no está en las grandes empresas. Está en cada una de nosotras que decidimos que ya no queremos trabajar hasta morir. Que soñamos con un lugar donde podamos crecer como personas, no solo como productoras. Que creemos en otro modelo posible… y que empezamos a construirlo, paso a paso.




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