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¿Cómo apoyar cooperativas en México? Construir economía desde lo común

  • Foto del escritor: Munco
    Munco
  • 29 ago
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 4 sept

Formas de apoyar cooperativas en México. Trueque o intercambio.
Imagen generada con IA

En un sistema que nos entrena para competir, acumular y depender, apoyar una cooperativa es un acto de rebeldía. No es solo comprar un producto o contratar un servicio más. Es elegir que el valor que generamos con nuestro trabajo no termine en manos de quienes ya lo tienen todo y más, sino que quede en la comunidad, se reparta con justicia y se reinvierta en el bienestar y la vida.


Cuando hablamos de “el sistema” hablamos del modelo económico y social dominante: el capitalismo extractivista, que organiza la vida en torno a la acumulación infinita de riqueza, la propiedad privada, la competencia y el saqueo de personas y territorios. Es un sistema que convierte todo —el agua, la tierra, el trabajo, las emociones, incluso las relaciones— en mercancías para ser compradas y vendidas. Un sistema que concentra el poder en unas pocas manos, invisibiliza el cuidado, explota a las mayorías y destruye el planeta como si no hubiera mañana. Y que, además, nos hace creer que no hay otra forma posible.


Las cooperativas son una forma distinta de organizar la economía: sin jefas, sin accionistas, sin lógica extractiva. Son espacios donde se decide en asamblea, donde el ingreso no depende de la jerarquía, donde el cuidado del territorio y de las personas que lo habitan es parte de los principios fundamentales.


Pero para que estas experiencias crezcan, resistan y se reproduzcan, no basta con admirarlas. Hay que apoyarlas activamente, desde lo individual, lo comunitario y lo político. Apoyar cooperativas no es un gesto aislado: es empezar a construir otro mundo posible. Estas son algunas maneras de apoyar cooperativas en México y el mundo:



  1. Comprar es una decisión política


    Cada vez que pagamos por algo, estamos apostando por un proyecto productivo. Si decides comprar en una cadena transnacional, financias un sistema basado en la precarización del trabajo, el saqueo de recursos y la concentración de riqueza. Si, en cambio, adquieres un producto o servicio de una cooperativa, estás alimentando una economía que pone a las personas y al planeta por delante del lucro.


    Este cambio no requiere grandes sacrificios. Solo conciencia y voluntad. Puede empezar con pequeñas decisiones: elegir un café que provenga de cooperativas productoras, contratar un servicio de transporte gestionado por sus trabajadoras, o adquirir alimentos directamente de quienes los cultivan sin intermediarios.


    Lo importante no es hacerlo todo, sino empezar a desplazar, poco a poco, el poder del capital hacia lo común.

    Ya no se trata solo de consumir, sino de prosumir: ser, al mismo tiempo, productora y usuaria. En una cooperativa, no solo consumes mientras otros deciden por ti. Participas activamente en el proceso de cultivar, decidir, trabajar, distribuir y usar. El prosumo es una poderosa forma de recuperar el control sobre lo que necesitamos para vivir: comida, energía, cuidado, vivienda, etc. No es simplemente "comprar ético", es formar parte de la producción, comprender de dónde vienen las cosas, con quiénes y bajo qué condiciones. Es romper con la pasividad del consumidor y convertirse en coautora de la vida que deseamos. Porque al prosumir, dejamos de ser clientes y nos transformamos en comunidad.



  2. Trabajar para transformar


    Una de las formas más profundas de apoyar una cooperativa es convertirse en socia activa. Consiste en formar parte de una comunidad democrática donde cada persona tiene un voto, sin importar cuánto aporte. La aportación de una socia puede ser económica, pero también puede ser tiempo, conocimiento o red de contactos al servicio de la comunidad. Lo fundamental es que, al formar parte, pasas a ser corresponsable del rumbo colectivo.


    Esta forma de aportar no es menor. Es un acto de apropiación de los medios de producción, algo que el capitalismo ha puesto fuera del alcance de la mayoría. En una cooperativa, no trabajas para que otros se enriquezcan: trabajas para que todas vivamos mejor.


    Algunos mecanismos desarrollados bajo el capitalismo —como los sistemas de logística o las estrategias de mercadeo— pueden ser útiles para las cooperativas, si se desmontan, adaptan y resignifican desde lo colectivo. Usar una plataforma digital para vender productos cooperativos es una opción, mientras no dependamos a largo plazo de corporaciones opulentas y contaminantes (aunque parezca imposible). Aplicar técnicas de gestión eficiente sirve, mientras no copiemos la jerarquía ni la explotación. Lo importante es no caer en la trampa de reproducir en pequeño lo que queremos transformar en grande. El reto no es imitar al capitalismo, sino aprender de sus herramientas sin perder nuestros valores.



  3. Visibilizar para resistir


    Muchas cooperativas desaparecen no por falta de demanda, sino por falta de visibilidad. Operan en barrios, comunidades rurales o redes pequeñas, sin acceso a medios masivos ni presupuestos de mercadotecnia. Y cuando no se las ve, no se las apoya. Por eso, compartir sus historias es una forma de fortalecimiento directo. No se trata de hacer publicidad, sino de contar con orgullo que existen otras formas de hacer las cosas.


    Cuando difundes una cooperativa, cuando hablas de ella con tu familia, cuando la recomiendas en tu trabajo, estás tejiendo una narrativa alternativa al capitalismo, una que muestra que la solidaridad también produce (aka prosuma). Este acto de visibilización es especialmente poderoso cuando viene desde quienes han sido beneficiadas: usuarias, trabajadoras, vecinas.



  4. Aliarnos estrategicamente


    Ninguna cooperativa puede transformar el sistema sola. El verdadero potencial está en articularse, unirse, formar redes. Las alianzas estratégicas entre cooperativas, colectivos, movimientos sociales y comunidades son fundamentales. Una cooperativa de producción puede aliarse con otra de distribución y una tercera de comercialización, creando una cadena autónoma.


    Grupos de consumo pueden organizarse con huertos urbanos para garantizar abasto justo. Cooperativas de energía solar pueden unirse para crear microredes comunitarias. Estas alianzas no solo fortalecen la sostenibilidad económica, sino que construyen poder colectivo frente al Estado y las corporaciones.

    Son la base de lo que algunos llaman “poder popular económico”: la capacidad de las comunidades para gestionar sus propios recursos sin depender de mercados depredadores.


    En México, ya existen experiencias de este tipo, especialmente en zonas de grupos originarios, donde la tradición comunitaria facilita la articulación. El reto es escalar estas redes, sistematizarlas y protegerlas.



  5. Apoyar con saberes


    El conocimiento también es un recurso común. Muchas cooperativas necesitan ayuda con contabilidad, comunicación, trámites legales o plataformas digitales, pero no pueden pagar por estos servicios. Aquí entra una forma poderosa de apoyo: la colaboración horizontal con habilidades. Si sabes de redes sociales, puedes ayudar a que una cooperativa se comunique mejor. Si tienes formación jurídica, puedes asesorar en la creación de estatutos o en procesos de registro. Si eres educadora, puedes facilitar talleres de formación interna.


    Este tipo de apoyo no debe ser paternalista ni gratuito. Debe pensarse como un intercambio solidario, parte de una red más amplia de reciprocidad. Porque en la economía social, el conocimiento no es propiedad, es herramienta colectiva.



  6. Exigir políticas públicas con autonomía


    Las cooperativas no pueden crecer aisladas. Necesitan marcos legales claros, acceso a crédito sin usura, formación técnica y espacios de diálogo con el Estado. Pero estas políticas no caen del cielo: se conquistan con movilización.


    En 2023, el gobierno federal creó el Instituto Nacional de la Economía Social (INAES), un paso importante hacia el reconocimiento formal de las ESS (Presidencia de México, 2023). Pero su implementación sigue siendo débil, y muchas cooperativas temen que se convierta en un mecanismo de control más que de apoyo. Por eso, el apoyo también implica presión ciudadana: exigir que el presupuesto público llegue a proyectos autogestivos, que se creen bancos comunitarios.


    Este no es un asunto de “asistencialismo”, sino de justicia redistributiva.

    Así como nuestros pueblos originarios, muchas cooperativas, especialmente en territorios donde hay intereses mineros, turísticos o inmobiliarios, son objetivo de desalojos, judicializaciones o violencia. Se las tilda de “ilegales”, “informales” o “obstáculos al progreso”, cuando en realidad son protectoras de la tierra, de los recursos naturales y de los derechos humanos.


    Apoyar en estos momentos es crucial. Puede ser con firmas de solidaridad, con cobertura en redes, con acuerpamiento en protestas o con acompañamiento jurídico. No se trata de heroísmo, sino de tejer redes de protección mutua. Porque si una cooperativa cae por defender lo común, todas perdemos.



Apoyar cooperativas en México es empezar a cambiar el mundo


Apoyar una cooperativa no es un acto de caridad. Es reconocer que el modelo actual no funciona, que la riqueza se produce colectivamente pero se apropia injustamente, y que tenemos el derecho y la capacidad de organizarnos de otra manera. Cada persona que compra en una cooperativa, que se suma como socia, que comparte su historia o que teje alianzas, está sembrando las bases de una economía nueva. Una que no extrae, sino que reproduce. Que no divide, sino que une. Que no enriquece a unos pocos, sino que dignifica a muchas.


Apoyar cooperativas no es solo cambiar de proveedor: es desobedecer el sistema y empezar a construir otro dentro del mismo. En Munco creemos que este conocimiento debe circular, debatirse y practicarse. Esta es una invitación a buscar una cooperativa cerca de ti, pregúntales cómo puedes apoyar y formar parte del cambio.

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