¿Existen trabajos dignos?
- Munco

- 2 jun
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 22 sept

¡Se nos acabó el tiempo!
Toda nuestra vida hemos escuchado advertencias sobre el cambio climático, mientras esperábamos que las generaciones que nos antecedieron hicieran lo necesario para garantizar nuestro futuro. Pero en lugar de eso, vemos cómo la sociedad se fragmenta aún más: guerras, genocidios, desigualdad… muros que nos dividen.
A inicios de este año 2025, expertos convocados por el Boletín de Científicos Atómicos, reunidos alrededor del llamado Reloj del Apocalipsis (Doomsday Clock), colocaron sus manecillas a 89 segundos de la medianoche, un cálculo simbólico que desde hace 78 años lanza una alerta sobre lo cerca que está la humanidad de su propio exterminio. Y sin embargo, el capitalismo —ahora bajo formas más complejas como el tecno-feudalismo— sigue vigente.
El capitalismo, como sistema económico dominante, ha moldeado profundamente las estructuras sociales, económicas y ambientales del mundo contemporáneo. Según Karl Marx, su rasgo definitorio es la propiedad privada de los medios de producción, que históricamente desplazó formas de vida comunitaria en las que las personas accedían directamente a los recursos necesarios para su subsistencia, sin depender de los mercados laborales. Este proceso de privatización generó una división de clases y un sistema basado en la acumulación, alimentado por la explotación del trabajo humano y de los recursos naturales.
Una realidad insostenible
Vivimos en un países atravesados por la desigualdad. El mercado laboral ofrece salarios insuficientes y condiciones precarias: empleos sin contrato, sin seguridad social, sin estabilidad. Un título universitario ya no garantiza el acceso a un trabajo digno. La mayoría de las personas están excluidas tanto del mercado de créditos hipotecarios como de rentas asequibles. Nos enfrentamos a un sistema que normaliza la incertidumbre y la lucha diaria por sostenerse. Ante esto, la única alternativa es la colaboración y la organización. El cambio estructural no es un ideal lejano, sino una necesidad urgente: transformar la cultura laboral, redistribuir la riqueza, garantizar el acceso a la vivienda y reconstruir la confianza en lo colectivo.
En lo inmediato para nosotras, personas jóvenes, la única opción ha sido depender económicamente de nuestras familias o aceptar empleos que imponen jornadas abusivas y evaden derechos laborales y humanos. Con ingresos limitados, rentar significa compartir espacios y dividir costos con quienes enfrentan la misma precariedad. Pero esta aparente solución pronto se vuelve insostenible: rentas que consumen más de la mitad de nuestros salarios, deudas acumuladas y una sensación constante de vulnerabilidad. Todo esto ocurre con el aval de instituciones que permiten y perpetúan estas condiciones. La urgencia de cambio no es abstracta: es cotidiana, es concreta y exige respuestas colectivas.

Hacia un trabajo digno
Sin embargo, inicialmente es necesario replicar modelos tecnológicos y de mercado capitalistas, para transformarlos con democracia (un proceso que podríamos entender como re-apropiación cultural o extractivismo inverso). El sistema funciona siempre que todas y todos nosotros compartamos los mismos principios y valores, así como un sentido de pertenencia impulsado por sueños y esperanzas comunes.
Es por todo lo anterior que decidimos unirnos para crear una cooperativa que genere soluciones reales al problema de la desigualdad, atendiendo primero nuestras necesidades inmediatas y eventualmente avanzar hacia el abordaje de la crisis climática. Para ello, usamos la figura de la cooperativa como una plataforma para construir redes de apoyo mutuo.
Inicialmente, es necesario adoptar algunos modelos tecnológicos y organizativos del mercado capitalista, no para perpetuarlos, sino para transformarlos con democracia, participación colectiva y toma de decisiones horizontal. Podríamos entender este proceso como "re-apropiación cultural" o incluso como "extractivismo inverso": tomar lo útil del sistema para convertirlo en herramienta de liberación colectiva. Este sistema solo funciona si todas compartimos los mismos principios y valores, y si sentimos un sentido profundo de pertenencia impulsado por sueños y esperanzas comunes.
Munco, próximamente Munco Cooperativa, es nuestra alternativa laboral, nuestra propia plataforma de oportunidades sostenibles, nuestro refugio colectivo y nuestro sueño de un mundo-otro: aquel en el que podamos alcanzar el tan anhelado bienestar colectivo.




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